Las espinas rasgaban su piel al robar al fruto, el ardor de las púas enterrándose en su brazo era insoportable, pero la inmortalidad que le concedería la manzana dorada revertiría todo el daño.
La sangre brotaba, el tiempo corría. Fue grande su decepción cuando el sabor del membrillo lo invadió.
Mi participación en el reto Emociones en 50 palabras de Septiembre.
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